Pasó un año de las tomas y las jornadas de lucha en defensa del Arancel Cero. Hace años no se daba una expresión de lucha de esa magnitud en el sector universitario.
Fue gracias a la organización y la iniciativa de las bases estudiantiles que se consiguió romper con la pasividad frente a los abusos del Estado hacia la educación.
Este es el punto central a resaltar: la inmensa mayoría de las medidas tomadas surgieron gracias a la presión y la movilización de estas bases, no por iniciativa de los centros o federaciones estudiantiles.
Como lo advertimos, la Ley HC es puro humo. El tiempo demostró que solamente fue una estrategia para repartir los fondos de la hidroeléctrica entre unos cuantos empresarios ligados a la politiquería. Prueba de esto son las numerosas denuncias sobre la falta de cobertura, la falta de comedores y cocinas, y el pésimo estado de insumos y alimentos como en la tan sonada denuncia del kure caldo en baldes de pintura.
Para dar lugar a esto, el financiamiento del Arancel Cero y de muchos otros programas pasó a depender de la baja recaudación fiscal estatal, por lo que su futuro es incierto.
Nuestras casas de estudio siguen siendo funcionales a este sistema que no nos beneficia, administrado por los grupos narco mafiosos en el poder.
Desde el Estado se está llevando a cabo una reforma discreta, entre las cúpulas hablan de la «modernización» de la educación superior, pero ¿Qué busca la educación superior?
¿Desarrollar tecnologías, técnicos e ingenieros para el extractivismo?
¿Formar médicos y psicólogos que nos digan que la salud depende solo de cada uno?
¿Formar sociólogos que naturalicen la debacle en la que vivimos o docentes que ni siquiera inculquen pensamiento crítico?
¿Formar economistas y abogados que solo legitimen a la clase dominante?
El acceso a la educación superior es cada vez más limitado. El gobierno ofrece unas pocas becas por las que los jóvenes deben competir, esto hace que inconscientemente vean a su compañero como su adversario, generando una apatía generalizada hacia los problemas que afectan a nuestro gremio.
Los cupos son cada vez más reducidos en las distintas carreras, los estudiantes deben asistir a cursillos preparatorios privados a un alto costo para tratar de ingresar, o deben pagar aranceles carísimos para seguir formándose, no solo en universidades privadas sino en las «públicas», deben cubrir sus gastos con los salarios de miseria por los que trabaja la mayoría.
Tanto mutilan a la educación que incluso quieren cerrar carreras, persiguen a toda propuesta que no se alinee al «modelo de desarrollo». Un ejemplo de esto es el caso de los compañeros de la Facultad de Filosofía, de la especialidad de Psicología Comunitaria, que actualmente están luchando contra el cierre arbitrario de la carrera. Nuestra solidaridad con todas y todos.
También nos solidarizamos con los distintos estudiantes secundarios que en las últimas semanas tuvieron que recurrir a protestar y tomar sus colegios por falta de rubros para docentes, por la falta de infraestructura adecuada y por la alimentación de pésima calidad.
Y todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué tipo de educación necesitamos? ¿Qué tipo de universidad necesitamos? Porque la enseñanza no busca el bien del individuo ni de la sociedad sino la reproducción de este sistema injusto.
Lo que hicimos el año pasado fue una hazaña que no se veía hace tiempo, demostramos lo que somos capaces de hacer si nos organizamos:
Nos alimentamos (Algunos compañeros llegaron a decir que en la toma comían mejor y más veces que en su casa)
Resistimos a los distintos atropellos que hasta llegaron a ser violentos contra nuestras medidas.
Nos bancamos la intimidación y la represión de la policía, la persecución de las autoridades institucionales y estatales, y a los grupos anti toma dentro del propio gremio estudiantil.
Supimos resolver de forma independiente las distintas problemáticas y tensiones internas que surgieron durante la convivencia entre compañeros.
Pero también es importante mencionar la discordia generada por intereses individuales de algunas y algunos que entre tantas cosas nos terminaron debilitando y haciéndonos vulnerables ante oportunismos y manipulaciones.
Debemos reconocer que el Estado de la narcomafia nunca estuvo dispuesto a escucharnos como iguales. Pretender negociar en la misma mesa con el mismo Estado que te arrebata los derechos es absurdo.
Solamente las masas organizadas bajo un carácter consciente y combativo pueden confrontar las medidas de este gobierno antipopular, estructurado a beneficio de la clase dominante.
Por eso debemos fortalecer la unidad obrero-estudiantil, para hacer frente a todos los ajustes y recortes del Estado, como el despojo a la jubilación, a la salud pública, la precarización laboral, el problema de la vivienda y el alto costo de vida, reconociendo al estudiante trabajador como sujeto con potencial de generar el cambio.
La administración de las distintas facultades controladas por nosotras y nosotros demuestra ese potencial que tenemos.
Varios compañeros reconocían que sus facultades nunca estuvieron tan limpias, tan cuidadas, como en la época de la toma. Mejor que con los directivos de siempre en época de clases.
Y esa capacidad de organización, ese potencial para el cambio, deben estar direccionados a construir una sociedad que sea realmente justa.
La experiencia del 2024 fue inolvidable, además de nuestro desempeño destacable logramos formar lazos de amistad y compañerismo. Pero no debemos caer en la nostalgia vacía. La lucha no terminó.
Los que nos perjudican siguen ahí, esperando vernos con la guardia baja para volver a atacar. Pero las adversidades no son irreversibles.
La consigna es aprender de los errores y fortalecer nuestras virtudes.
No hay que dar NI UN PASO ATRÁS. Ante los atropellos, la salida es una sola: ES MOMENTO DE UNA AVANZADA UNIVERSITARIA.